Tras vencer
4-2 a Croacia, Francia se coronó campeón en el Mundial del videoarbitraje y de
los goles con pelota quieta. Luka Modric recibió el Balón de Oro.
La Copa Mundial de la FIFA Rusia
2018 será recordada por la implementación del videoarbitraje (VAR); tal como
sucedió en Alemania 2006 con los intercomunicadores para los árbitros y hace
cuatro años en Brasil con el sistema “ojo de halcón”, que le permite a los colegiados
saber con exactitud cuándo la pelota traspasa la línea de gol.
La final jugada en el estadio
Luzhnikí de Moscú fue la síntesis del fútbol que se vio durante el torneo. A
los 18 minutos Francia abrió el marcador con un cobro de tiro libre indirecto
(por una falta a Griezman que no fue) que el croata Mario Mandzukic metió en su
propio arco. Diez minutos después empató Ivan Perisic para Croacia con un
potente remate, que recogió en el borde del área tras un cobro con pelota
quieta.
Pero como la copa estaba
destinada para los galos, al minuto 35 cobraron un tiro de esquina y el VAR
interfirió. El árbitro argentino Néstor Pitana se acogió a las indicaciones que
le enviaron por el intercomunicador y cambió el que inicialmente era un saque
de meta por un penalti que Griezman cobró con frialdad. Al finalizar el primer
tiempo quedaba una sensación de injusticia: los croatas habían tenido la
iniciativa y el balón, pero los franceses, sin hacer mucho, se iban al vestuario
con un gol de ventaja.
En la segunda mitad, Croacia, de
la mano de Modric y Rakitic, salió con el mismo carácter y a los 48” casi
obtiene el empate de no ser por una tajada imposible de Hugo Lloris. Con el
paso de los minutos, los croatas fueron perdiendo intensidad mientras que los
franceses ganaban confianza, con un escenario ideal para su estilo de juego.
Y entonces una vez más fue el
partido más repetido del Mundial: un equipo con la ventaja en el marcador
agazapado defendiendo el resultado contra un rival que tenía la pelota pero no
hacía daño. Y así, con dos contragolpes fulminantes impulsados por Kylian Mbappe
en un lapso de diez minutos el partido se puso 4-1. Después de ese mazazo, los
croatas no se pudieron volver a levantar. Al minuto 69” una jugada más con el
sello de Rusia 2018: Lloris le regaló un balón a Manzukic, y el delantero cobró
venganza del autogol para dejar las cosas 4-2. Un resultado mentiroso, un
resultado de los años 30, cuando se jugaba con más delanteros que defensas.
Croacia jugó mejor, trató la
pelota con respeto, asumió el peso de llevar la iniciativa de la final, y a
pesar de todo eso no pudo sobreponerse a las pequeñas adversidades que fueron
desequilibrando el partido (el gol por una falta que no fue, el penalti, las
faltas que le cortaban el ritmo al juego croata, el desgaste mental, la mala
suerte, etcétera) para llegar a ese final que celebró a rabiar el presidente francés,
Emmanuel Macron, en el palco que compartía junto al presidente de la FIFA, Giannini
Infantino, y Vladimir Putín, el anfitrión.
Francia es el merecido ganador
del Mundial de los contragolpes letales, la posesión estéril, los goles en
jugadas de balón parado y las intervenciones subjetivas de quienes manejan el
VAR. Una selección notoriamente más africana que europea (15 de sus 23
jugadores son hijos de inmigrantes) obtuvo la segunda copa del mundo en la
historia para un país xenofóbico. La victoria de esta selección multirracial
puede ser vista como el triunfo de la diversidad étnica sobre la discriminación,
pero también como el triunfo de una de las potencias mundiales (que tiene el
dinero de reclutar los mejores talentos en este mundo globalizado), en una
competición donde participan muchos países pero al final terminan ganando los
mismos.
Con un fútbol ordenado y físico, en
el que la táctica prevaleció la sobre la técnica, Francia avanzó sin
despeinarse y repitió la marca de Brasil en el Mundial del 2002, al ganar todos
los encuentros en los 90 minutos. A pesar de esos datos que terminan perdidos en
los anaqueles de la historia del fútbol, esta selección dirigida por Didier
Deschamps está muy lejos del nivel exhibido por el fútbol total que exhibió Alemania
hace cuatro años o del tiqui taca que impuso la España de Xavi e Iniesta, mucho
menos del “jogo bonito” de Ronaldo, Ronaldinho, Rivaldo y compañía.
El plantel de Deschamps abre la
puerta para lo que puede ser la próxima tendencia en el futbol mundial: menospreciar
la posesión del balón, obtener una ventaja y agazaparse para contragolpear con
la velocidad de superatletas, que están entrenados más para correr los 100
metros planos que para hacer una gambeta, un enganche o una pared. Y con un fútbol
cada día más físico, más defensivo, más amarrado al resultado, más manoseado por
los poderosos, la rebeldía de driblar parece que está condenada a la extinción,
o si no pregúntenles a Neymar, Messi y Ronaldo que tuvieron que empacar maletas
antes de lo esperado, sin poder mostrar ni siquiera el 50% de su talento.
El próximo Mundial será en Qatar
y tendrá 48 selecciones, lo que será un negocio más rentable para la FIFA,
quién sabe si lo sea también para los espectadores. Personalmente no me imagino
viendo un Malí vs Nueva Zelanda en la primera ronda del Grupo K. A este paso, no sería extraño que la FIFA reduzca los lapsos para el Mundial, y
pasemos de tener un campeón cada cuatro años a un campeoncito cada dos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario