lunes, 20 de marzo de 2017

Polarización de papel


Nunca unas elecciones presidenciales habían despertado tanto interés entre la gente. Atrincherados en alguno de los dos bandos y desde la comodidad de las redes sociales, millones de ciudadanos se habían declarado la guerra para defender la postura del partido político con el que se identificaban.

Escrutado el 70% de los votos, Juan Manuel González, aspirante del Partido Liberal, aventajaba por una mínima diferencia a su contrincante, el conservador y máximo representante de la oposición, Álvaro Blanco. Entre estos dos partidos políticos se habían repartido el poder durante los últimos 70 años.

Por su parte, Alfonso Peña, director del diario El Tiempo, principal medio de comunicación del país, daba las últimas puntadas a la primera página que en unas horas circularía por todo el país: ¡Juan Manuel González, nuevo presidente de la República!, sería el título del periódico del siguiente día.

Durante los últimos 20 años de ejercer la profesión con la complacencia de las altas esferas de la oligarquía, Alfonso se daba el lujo de redactar noticias políticas antes de que éstas sucedieran, y en este caso antes de que la opinión pública conociera el resultado definitivo de los comicios.

Conocedor, como pocos, de la  tradición política de su país lo tenía sin cuidado el conteo de votos, le preocupaba, en cambio, que en ninguna de las 300 líneas que componían el discurso de posesión del próximo Jefe de Estado, se hablara del papel que tendría la oposición en el próximo mandato, como era la costumbre. El nombre de Álvaro Blanco tampoco aparecía por ningún lado. Esta situación no dejaba de inquietar a Peña, curtido editor que había sabido ganarse el respeto de la clase política precisamente por el cuidado que tenía con los detalles.

La posesión de Juan Manuel González transcurrió en completa normalidad, en medio de una ceremonia austera y pocos invitados. Ningún miembro de la oposición acudió a la casa presidencial. Mientras el nuevo mandatario empezaba su alocución con un “¡Gracias compatriotas, esta es la democracia que defenderemos!, Alfonso, desde la sede de El Tiempo, enviaba a impresión el último tiraje del periódico que, además del discurso presidencial completo, llevaba en primicia los nombres de los funcionarios que integrarían el futuro gabinete.

En el transcurso de la semana, el presidente recibió miles de mensajes que rechazaban su elección, y en las calles cientos de jóvenes marcharon para expresar su apoyo al candidato Álvaro Blanco, quien ya había desconocido públicamente los resultados de los comicios y emprendido una cruzada nacional para exigir unas nuevas elecciones, porque a su juicio “la democracia había sido ultrajada”.

En todas las regiones del país hubo movilizaciones a favor del candidato conservador.  Hubo varios heridos, muchos detenidos y algunas afectaciones a la infraestructura que fueron repelidas por la implacable y violenta intervención de la fuerza pública, y porque además esa semana coincidió con el histórico triunfo del ciclista criollo Eiro Valverde, nuevo campeón de la Vuelta España.

Alfonso Peña, al igual que sus colegas de otros medios de comunicación, aprovechó esta gesta deportiva para mitigar la indignación ciudadana exacerbando el patriotismo nacional. Le ordenó a sus periodistas que enfocaran todos sus esfuerzos para ofrecerles a los espectadores una completa cobertura sobre la llegada del nuevo campeón al aeropuerto, la multitudinaria caravana que lo acompañó hasta el parque central y al concierto por el “Deporte y la paz” que, con el patrocinio de poderosos grupos económicos, reunió a cantantes, actores, modelos, reinas y reconocidos deportistas en torno a esta noble campaña por la unidad nacional. Al cabo de un par de días, la indignación de los jóvenes se había transformado en un inusitado orgullo patrio, que no se vivía desde la época en que la Selección Nacional de fútbol ganó el Campeonato Mundial.

Peña fue uno de los invitados de honor a la condecoración del ciclista en la Casa Presidencial. Después de saludar a todos los presentes utilizó sus credenciales para subir a la terraza con la esperanza de tratar algunos asuntos con el presidente, pues en toda la noche no había tenido la oportunidad de saludarlo.

— Por otros cuatro años mi querido presidente, dijo Álvaro Blanco mientras brindaba con Juan Manuel González.
— ¡Que así sea, mi querido doctor!, le respondió el presidente efusivamente, y de un solo trago se tomó su whisky.

Al ver la desconcertante escena, Alfonso agachó la mirada y regresó a la ceremonia mientras, consternado, se recriminaba por su imprudencia: “qué vergüenza si me hubieran visto los doctores”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario