Se cuenta que un pastuso apostó con su amigo a que era capaz de entrar a la hacienda de Álvaro Uribe, insultarlo y salir corriendo. El pastuso lo hizo, y cuando Álvaro Uribe lo vio, le dijo: “Yo sé porque tú hiciste eso, mijito. Te comprendo. Vete a reclamar tu apuesta”.
El
pastuso fue y reclamó su apuesta.
Unos
días después, el pastuso le apostó al mismo amigo a que era capaz de hacer lo
mismo en la hacienda Santiago Uribe. Santiago Uribe lo mandó a matar, y sus
sicarios descuartizaron el cuerpo y esparcieron los pedazos en el pueblo.
Cuando
la noticia llegó a oídos de Álvaro Uribe, este dijo: “vea pues, yo fui el que
lo maté. Si lo hubiera castigado la primera vez, no se habría atrevido a hacerlo
la segunda”.
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