Uruguay se vio impotente ante una selección francesa que se
consolida como favorita, mientras que a los brasileños su falta de puntería y
la mala suerte contra Bélgica los sacó del torneo.
Neymar llora la eliminación de su selección al caer 1-2 ante Bélgica, en cuartos de final de Rusia 2018. Foto tomada de www.fifa.com |
El fútbol sudamericano está en
crisis. El último campeón que tuvo fue aquel ‘dream team’ de Ronaldo, Rivaldo, Ronaldinho
y compañía que alzó la copa en el Mundial del 2002. Desde entonces han sido cuatro mundiales en
blanco para el continente.
Es cierto que los mejores clubes
del mundo pertenecen a las ligas de España, Inglaterra, Alemania e Italia, y están
conformados por jugadores sudamericanos; también es cierto que dichos jugadores los reclutan cada
vez más jóvenes los clubes europeos; también lo es que esos mismo jugadores
llegan extenuados a jugar con sus respectivas selecciones, y en muchas ocasiones
los clubes donde militan ni siquiera los prestan para partidos internacionales.
Sin embargo, es evidente que en
los últimos 15 años viene pasando algo que trasciende las situaciones en el
terreno de juego, y no se trata simplemente de "una maldición", término que algunos usan para no admitir un problema que ya es estructural. Falta de planeación desde las confederaciones, métodos de
entrenamiento y tácticas desactualizadas, traspasos que prevalecen sobre lo
deportivo, jugadores infravalorados por la prensa, descuido en selecciones
juveniles, indisciplina, mentalidad, folclor y muchas cosas más son las que se
deben replantear en el fútbol sudamericano.
Prueba de ello es que los cinco representantes de Sudamérica ya empacaron maletas. La primera en despedirse
fue Perú, luego de quedar eliminada en primera fase con la dignidad de una selección
humilde y muy táctica que regresaba a un Mundial después de 36 años. Los
siguientes en partir, con más pena que gloria, fueron Argentina y Colombia (en
octavos cuando empieza realmente el Mundial), dejando ‘el alma’ en la cancha, pero poco de fútbol.
En los cuartos de final la
esperanza suramericana recaía sobre los hombros de dos campeones del mundo:
Uruguay y Brasil. Los charrúas tenían en frente a la poderosa selección francesa
de Mbappe, Griezman, Kante y compañía que venía de derrotar 4-3 a la Argentina
de Messi y diez más.
El primer tiempo fue intenso. Los
de Tabarez defendían a muerte el 0-0, con claras intenciones de estirar el
partido al periodo suplementario. Francia monopolizó el balón como se
esperaba, y aunque no generaba opciones claras de gol, la amenaza era latente.
Hasta el minuto 40´cuando Griezmann cobró con astucia un tiro libre
indirecto desde un costado. Varane se anticipó a Stuani y de cabeza mandó la pelota al fondo de
la red.
Diego Godín recoge el balón tras el gol del defensa francés Raphael Varane al minuto 40. Foto tomada de www.fifa.com |
Por primera vez en el torneo,
Uruguay comenzaba perdiendo y se vio forzada a cambiar la estrategia; ya no era
útil entregarle la pelota al rival y atrincherarse en su propio campo. Heridos
en su orgullo, de inmediato se volcaron sobre su rival y estuvieron a
punto de empatar, con una jugada también de bola quieta, pero la fortuna no estuvo
de su lado.
Y entonces, estando por debajo en
el marcador, aparecieron todas las falencias de un equipo uruguayo acostumbrado
a defender pero no a tomar la iniciativa. Incapaces de generar juego en el mediocampo,
los uruguayos intentaban inútilmente llevar peligro al arco de Lloris, pero el balón
nunca le llegó a Luis Suárez.
Para completar la mala tarde charrúa, al minuto 61,
Griezmann hizo un tiro de larga distancia, aparentemente inofensivo, que se escapó entre los guantes de Muslera como un pescado vivo. Con dos goles por debajo, Uruguay no se pudo
levantar más.
A segunda hora Brasil enfrentó a
Bélgica en el Kazán Arena, estadio que se ha convertido en cementerio de
favoritos: Alemania y Argentina también perecieron allí.
El Mundial de fútbol es un torneo
de alta competencia que no respeta camisetas, no respeta títulos. Un equipo
tiene una mala tarde y se va. Eso fue precisamente lo que le sucedió a Brasil este
viernes; lanzó toda su artillería desde el primer minuto pero la suerte
siempre le dio la espalda.
Tan solo iban 13 minutos de
iniciado el encuentro cuando Fernandinho, tras un tiró esquina, metió un
autogol. Primera llegada de Bélgica, primer gol. Minutos antes los
suramericanos tuvieron una jugada similar pero el balón se estrelló en
el palo.
Luego fue la misma escena que se
repitió durante 90 minutos. Brasil con la iniciativa, llegando por las bandas,
aplicando presión, intentando desequilibrar con William, Neymar, Coutinho y Gabriel Jesús, pero sin contundencia. Por su parte Bélgica montó una
muralla en su defensa que en ocasiones lograba reunir hasta siete jugadores en
su propia área, y mantener una amenaza latente con su tridente Hazard, Lukaku y
De Bruyne. Este último marcó el segundo tanto en un contragolpe fulminante. Y
la cuesta se hizo más empinada para los pentacampeones que a pesar de las
adversidades sometieron a su rival y terminaron convirtiendo en figura a Courtois.
Al minuto 76´ llegó el descuento
de Brasil con un cabezazo imparable de Renato Augusto que tres minutos antes
había ingresado por Paulinho. Daba la sensación que el empate era inminente. Los
suramericanos seguían llegando con peligro al arco rival pero la bola no
entraba. Incluso, en el epílogo del partido, Cortouis sacó un remate de Neymar
que iba directo hacia un ángulo. Los pentacameones quedaban eliminados en
cuartos de final, tal como ocurrió en Sudáfrica 2010.
Sudamérica se quedó sin
representantes en Rusia 2018. Por cuarta ocasión consecutiva, el campeón será
un país europeo (Italia en 2006, España en
2010, Alemania en 2014), lo que pondrá la rivalidad en títulos 9-12 a favor del
viejo continente. Mientras tanto, el fútbol sudamericano sigue recordando con
nostalgia la época en que las selecciones de Uruguay, Brasil y Argentina ganaban títulos y metían miedo.
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