Estábamos
confinados en la madriguera. Mis compañeros dormían. La luna impávida
mirándonos a través de los siglos. La oscura noche, su oscuridad inmensa. Yo
salí a la superficie y me tumbé sobre la hierba a contemplar las estrellas.
Hacerlo de día sería un suicidio; el sol de candela nunca lo permitiría. De
pronto, un pastor de tez cobriza pasó arriando un pequeño rebaño de ovejas.